martes, 1 de noviembre de 2016

Ejercicio de escritura creativa

La semana pasada Marisa planteó un ejercicio de escritura creativa que generó textos de Carmen Lloret, Lane Rodrigues, Ana María Draghia, Carlos Brandolini, Vicente Carrillo y María Elena Tarapow Martínez:


Escribir uniendo entre sí las siguientes palabras. Es decir, rellenar los espacios en blanco de cada renglón y conseguir un texto.

__________________________________________________________________había
_______izquierda____________________________________________________pero
_____________________________________________________________________
____________la estación _________________________________________________
______________todavía con sol____________________________________________
_____________________________________________________________una tortuga.
Como a las once y cuarto__________________________________________________
______________________________________________y preguntó________________
______________________________________________________________________
___________la salida equivocada___________________________________________
___________________________________________________las_________________
______________________________________________________________________
puertas________________________________________________________________
___________________________________________________________por la escalera
eléctrica________________________________________________________________
__________________en el número 8________________________________________
_______en bata__________________________________________________________
______________________________________________________________________
_________inventó____________________________________.

A continuación publicamos algunos trabajos e invitamos a comentarlos y a realizar, por qué no, esta práctica tan sugestiva.

¿Y no se te ocurre nada?
CARMEN LLORET

… ¿Y no se te ocurre nada…? Habías puesto en hora tu reloj, a la izquierda, como siempre, pero te estaba fallando la pila. ¿Y si no llegas a la estación? Taxi no se ve ni uno. Es la hora de las salidas, todavía con sol.
Cargas con la maleta, el bolso, las revistas, la botella de agua…¡Una tortuga!, eso es lo que eres. Una tortuga con la casa a cuestas.
            Como a las once y cuarto has salido. El tacón, medio torcido, se te va a romper. ¡Y te preguntó una señora si iba en buena dirección…! Pero…¡si tú vas por la salida equivocada o la estación equivocada!
Vete a saber…tantas señales…; las entradas por aquí, los tickets por allá…puertas que se abren…; te vas por la escalera eléctrica. ¿Es segura?...¡El tren por fin! Tu vagón…y te sientas en el número 8.
Dejas los trastos. Ahora te pondrías en bata y zapatillas…y no aquí, tan compuesta, escondiendo el tacón medio roto y deseando comerte el bocata… ¿Quién inventó el tiempo?...O… ¿el no tiempo?
Pero has llegado. ¡Tómate un relax!


Camino por la calle oscura
LANE RODRIGUES

Camino por la calle oscura. Había a la izquierda algo de luz que procedía de una ventana, pero no, allí no estaba la estación que buscaba.
Quería huir, solamente huir.
Era esa mi sensación después de un día difícil en aquella ciudad.
No fue posible para mí buscar la estación de día cuando todavía con sol podría encontrarla fácilmente.
Yo daba pasos sin fuerzas como una tortuga.
Como a las once y cuarto de la noche salía mi tren, a un hombre, que me cruzo en la calle, le pregunto desesperadamente como llegar a la estación. Muy educadamente contesta "que hacía yo allí si la estación estaba en el otro lado de la ciudad".
Era la salida equivocada, la calle equivocada, la ciudad equivocada.
Yo, equivocado.
El último tren salía a las doce de la noche. No conseguiría llegar allí a tiempo.
Desisto.
Ahora soy una tortuga pienso yo.
En mi cabeza veo las imágenes de las puertas cerradas del tren pasando delante de mí.
Un fracaso, pensé.
Entré en un pequeño centro comercial prácticamente vacío. Subí a la escalera eléctrica que empezó a moverse por la presión de mis pies.
Ella me conducía.
Yo quería huir, equivocado.
Quería estar en mi casa agora. Debería estar dentro del tren, en el número 8, debería estar volviendo.
Las imágenes pululaban en mi mente.
Imaginaba mi madre esperándome en casa, en bata, nerviosa, pensando "que desastre de hijo tengo, que se hace tarde y no llega".
Cansado estoy.
Dormiré en la calle.
En esta ciudad equivocada.
Ojalá mañana esté mejor para justificar mi equivocación.
Las disculpas las inventaré yo.
Me pregunto: quien será que inventó el despiste?

ANA MARÍA DRAGHIA

Entre las briznas amarillentas de hierba neonata había hormigas a la izquierda de las flores dormidas sin sueño, pero que, sin embargo, soñaban con el rocío que acabaría dándoles el alma de la tierra, de la estación casi invernal en la que las golondrinas anidan bajo el cielo; todavía con sol de la tarde, que se escapa entre los árboles perennes junto con lo salvaje y una tortuga. Como a las once y cuarto de la noche oscura y de la madrugada latente, Marisa despertó en el prado y preguntó por las ninfas calladas que la habían acunado, adormilado, y que habían tomado la salida equivocada, la que iba de las profundidades del río a las raíces de los árboles; de las encantadoras piedras erosionadas al burbujeante aire estancado bajo la superficie de las puertas acuáticas. Se habían escapado de su ensueño. Ladronas de lo onírico literario que había en sus ojos. Lo habían hecho por la escalera eléctrica, la del final del parque, esa que no utilizaba nadie, sí, esa, la que está en el número 8 de una calle fantasmal, de mujeres en bata, que arrastran los pies, las mismas que, de repente, sienten un cosquilleo en el estómago, inducido por las fugitivas. Entonces, en el silencio y sin previo aviso, ella inventó la risa mitológica del hombre. 

CARLOS BRANDOLINI

Aquella tarde Cuqui había entrado por la puerta trasera de la izquierda, decidió recoger y salir, pero al momento sintió que le invadía una parálisis asfixiante, decidió salir, lo hizo en dirección a la estación que está al final de la calle que hace esquina.   A esas horas de enero disfrutó que la tarde todavía con sol le invitó a caminar con paso lento, como de una tortuga, diría Violeta.
            Como a las once y cuarto de esa noche, decidió cerrar la caja guardando la llave en su bolsillo. Llamó a la radio y preguntó por ella. Precisamente hoy le tocó librar, contestó la voz de siempre, entonces pensó que su relación estaba en dirección a una salida equivocada. Ese pensamiento le ocupó su mente en forma dominante y al acostarse el insomnio se apoderó  durante las horas siguientes. Aquella noche no había cerrado las dos puertas del largo pasillo que va desde la puerta de entrada al dormitorio, ocasión que aprovechó Sara para entrar con sigilo, Esa vez, la gata siguió su camino por la escalera segura de encontrar otra vez más, su nocturno calor corporal.

            En el número 8 de la calle que hace esquina con la calle que va a la estación, Sara permanecía aún con su bata puesta cuando advirtió la presencia de la gata, se dirigió a la cocina para traerle un poco de leche templada. Sara, se sintió invadida por la felicidad de saber que esa vez inventó el mejor recurso para evitar la compañía de la gata.


VICENTE CARRILLO PANOS

Era miércoles y como de costumbre recogió de prisa los bártulos de la tertulia y preguntó la hora a la mujer que había a su izquierda, no entendió lo que le contestó al quedar envelesado por los ojos de ella, pero no se atrevió a volver a formularle la pregunta, y en lugar de dirigirse a la estación le propuso tomar un café en la plaza de Correos, a esa hora todavía con sol, y el tiempo pareció ralentizarse, a su lado, como los pasos de una tortuga.

          Como a las once y cuarto y necesitando conocer más detalles de su vida no podía separarse de ella y preguntó si no tendría inconveniente en que la acompañara a su casa; por la reacción de ella, la pregunta había sido la salida equivocada y las disculpas que ofreció no consiguieron abrir las puertas que parecían cerradas definitivamente. Fue hasta casa, pero no pudo relajarse y decidió volver a esas horas de la madrugada. En la estación del  TRAM salió por la escalera eléctrica y dio a parar justo en el número 8 de la Plaza de los Luceros; allí la encontró en bata paseando a su diminuto caniche, se inventó que era veterinario y que aun siendo rechazado por ella no podía privar a su mascota de su compañía.

MARÍA ELENA TARAPOW MARTÍNEZ

Escribir uniendo entre sí las siguientes palabras Es decir, rellenar los espacios en blanco de cada renglón y conseguir un texto.
En aquel hospital había a la izquierda un  callejón muy estrecho pero era el elegido por casi todos para ir a la estación del metro, donde cada día y todavía con sol Roger tomaba el suyo, que como era de cercanías, era más lento que una tortuga.

Como a las once y cuarto del jueves 20 de aquel caluroso verano, de repente se despertó y preguntó dónde estaba, si se había quedado dormido, o había tomado la salida equivocada, no reconocía ni evocaba nada en lo  que pudiera ver las señas de identidad hacia las puertas abiertas……………………………………………..subió por la escalera eléctrica……………………………..en el número 8…………………………………….en bata…………………………………..inventó…………………………….

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Qué bueno, Vicente. Muchas gracias por compartirlo. Tu texto hace pensar..., veterinario :P Estaré atento el próximo miércoles, a ver qué ocurre

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