miércoles, 5 de abril de 2017

Marcos Ana y Manuel Vicent

12/04/2017
Marcos Ana y Manuel Vicent
17:00-17:30
Leemos a Marcos Ana.
17:30-18:15
Leemos a Manuel Vicent.
18:15-18:30
DESCANSO
18:30-20:00
Debate en torno a posibles temas comunes.


Objetivos:



-Conocer la obra de Marcos Ana y Manuel Vicent a partir de un poema y un relato representativos.
-Crear un diálogo entre la literatura y los jóvenes.
-Ofrecer un espacio de debate abierto desde un texto (canónico o no).
-Vincular y delimitar los distintos géneros literarios, así como conectar y caracterizar tradiciones de las redes sociales.

Contenidos:

-Obra de Marcos Ana (Algunos poemas) y Manuel Vicent («El más allá»).

Metodología:


-Intercambio de opiniones que permita ampliar la interpretación y lectura de los textos. 

3 comentarios:

  1. Tertulia querida:

    Estamos de enhorabuena. En un mes tendremos la oportunidad de escuchar a la que sin duda es la voz viva más importante de la poesía mexicana.

    Homero Aridjis cumplió ayer 77 años, un número tan coral como la danza que veía en Contepec. Nació en este pequeño pueblo de Michoacán donde llegan las famosísimas mariposas monarcas que protege y poetiza. En 1965 recibió el Premio Xavier Villaurrutia, el más importante galardón. Todavía es con diferencia el más joven en merecerlo. Con Octavio Paz, Alí Chumacero y José Emilio Pacheco publicó un año después la antología Poesía en Movimiento. Además, destaca por su compromiso ecológico. En 1985 fundó el Grupo de los Cien, a favor del ambientalismo en América Latina. De este colectivo formaron parte Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Leonora Carrington, Augusto Monterroso, Elena Poniatowska, Juan José Arreola... Realmente es un lujo tenerlo en Alicante. Será del 9 al 11 de mayo. La inscripción, como siempre, es gratuita; y se puede formalizar en este enlace: https://cvnet.cpd.ua.es/uaCuestionarios/preguntas.aspx?idcuestionario=9128&idioma=es

    Sirva como ejemplo su poema «Los ríos»:

    Naturaleza de los ríos es correr
    y su verbo fluir.
    Han caído del cielo,
    de la lluvia o del cerro.
    Llevan en sus cauces sapos y sangre, sauces y sed.

    Algunos fueron concebidos en lechos de amor
    por mujeres mortales,
    y dieron nacimiento a héroes, a tribus
    y a hombres secos de todos los días
    que los llevan por nombre.
    Son figurados como un cuerpo verde
    con las piernas cruzadas y los brazos abiertos,
    un espejo cambiante que refleja a un ojo que huye,
    un agua dulce que camina de prisa.
    En la adoración de las gentes
    merecieron un altar, no un templo;
    se les arrojó en sacrificio caballos y bueyes,
    doncellas vestidas de los atavíos
    de una diosa con la cara amarillenta.

    En este valle verdusco,
    antes corrían ríos rutilantes,
    cenizos, castaños y cárdenos,
    púrpuras, perdidos y pardos;
    quebrajosos, vocingleros, berreando
    bajaban de la montaña humeante,
    salían a los llanos lerdos,
    tentaban a la temprana Tenochtitlan.
    Hoy van mugiendo entubados, menguados,
    pesados de aguas negras, crecidos de mierda;
    ríos sin riberas, risibles, con riendas,
    rabiosos, rabones, ruidosos de coches;
    avanzando a tumbos por la ciudad desflorada,
    desembocando en los lagos letales,
    y en el marcado mar, que ya no los ama (1990).

    La tercera y última estrofa se escucha en la voz de su autor en el documental H20 MX, un trabajo necesario y muy cuidado sobre la clandestina alerta de la escasez de agua en la (fundada sobre el agua) ciudad de México. Se puede ver en YouTube:

    https://www.youtube.com/watch?v=iIyhFVSn8A4

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  2. La isla de Tabarca, deshabitada bajo el sol de enero, exhibía el perfil de su iglesia
    y de sus murallas emergiendo del mar cuando ayer, víspera de san Antonio abad,
    patrón de los animales, navegué hasta allí desde Santa Pola. No había leído los
    periódicos ni había oído la radio esa mañana. Eso significa que llegué a esa isla
    soleada sin adherencias, limpio por dentro y por fuera, con la simulada desnudez
    de los antiguos viajeros cuya sabiduría sólo se alimentaba de alimentos naturales.
    Debido a las lluvias de otoño que este año han sido generosas, Tabarca tenía
    ahora una tonalidad verdosa instalada en el musgo de sus roquedas y en el leve
    pasto brotado por la parte de Oriente, muy alejada de ese fulgor mineral que le da
    el terror del verano, el sonido de las chicharras y el sudor de los turistas
    vulnerando el aire. En invierno apenas quedan en la isla unas cinco familias de
    pescadores. Al llegar al atracadero no había nadie. Sólo vi una pequeña barca de
    pesca amarrada y en ella dormitaba un cerdo que parecía feliz. Los cerdos chillan
    mucho cuando presienten la muerte, pero éste estaba muy confiado, recién lavado
    y con un lazo rojo en cada oreja. En la soledad de la isla sólo se oían los gruñidos
    de placer que daba a veces. Por el muelle se acercó un marinero. Puso en marcha
    aquella barca blanca y azul y desde la cubierta me dijo que se llevaba al cerdo a
    una procesión de animales que había en Santa Pola por la fiesta de san Antonio
    para que el cura le echara la bendición. Me quedé contemplando cómo se
    alejaban. El cerdo navegaba muy tranquilo asomando la cabeza por la popa y al
    poco rato su silueta se convirtió en un punto sonrosado en medio del mar, aunque
    lo último en desaparecer por el horizonte fue el color rojo de sus lazos en las
    orejas. La isla de Tabarca ayer estaba pura y desnuda, bruñida por un viento
    mistral muy fino. Mañana el cerdo regresará a ella bendecido. Comenzará a
    engordar. Con el sucio verano volverán también los turistas y se lo comerán. Al
    cerdo y a la isla.

    Manuel Vicent, El País, domingo 18 de enero de 1998

    http://vtin.tripod.com/tabarca/arte.html

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  3. Meditación ACEM, en Alicante: http://es.acem.com/

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